A pesar de la enorme edificabilidad de la parcela rectangular en la que se emplaza el conjunto residencial, las normas urbanísticas obligaban a construir en el perímetro, dejando un escaso margen de libertad. Ordenar los volúmenes de modo que la construcción no fuera opresiva y pudiera liberar una superficie abierta en la cota cero fue el objetivo inicial de la propuesta. Finalmente, una pieza larga y tensa se sitúa formalizando la calle con viviendas a las que se accede desde una galería. Perpendiculares a ella, se colocan unos cuerpos más altos, pero siendo estos volúmenes más pequeños, que tienen una tipología diferente, con un núcleo de comunicaciones vertical por cada dos viviendas. Otro pequeño bloque, mucho bajo, queda en el interior del jardín, bajo el cual se sitúa el aparcamiento.
La unidad de vivienda con la que se construye el conjunto es muy singular, muy pequeña y destinada a jóvenes para alquiler con opción a compra. Las viviendas, de las que existen tres tipos diferentes, se enriquecen con tabiques móviles que permiten segregar o unir algunas piezas habitacionales, minimizando los espacios de circulación y concentrando la máxima superficie en el estar comedor y posibilitando el enlace visual entre cocina y comedor.
Los criterios de sostenibilidad dictan el modo en el que las fachadas se abren a la luz y se protegen del sol. El conjunto se envuelve con un “papel pintado” de huecos iguales que delatan la flexibilidad del interior de las viviendas. Las fachadas continuas, sin elementos expresivos que destaquen, se protegen con persianas correderas que aportan una expresión cambiante al edificio.