La parcela es formidable con vistas magníficas sobre el valle del Lozoya y las cumbres de Guadarrama. Pero tiene un inconveniente, una diferencia de nivel entre el punto más alto y el más bajo de más de veinte metros, además de una topografía muy accidentada llena de enormes bolos de granito.

El programa es sencillo, se trata de la vivienda para un músico sin familia, de modo que solo son necesarios dos dormitorios; a cambio, el propietario necesita un estudio de trabajo musical y un gran salón.

El proyecto es como un trasatlántico que ajeno al lugar se instala horizontal sobre un cuerpo de hormigón encastrado contra el granito de la montaña, que contiene unos pequeños vestuarios y una piscina cubierta, y dos poderosas pilas, también de hormigón armado. Sobre esta estructura se construye otra de acero con grandes voladizos que soporta una bandeja sobre la que se monta la casa, en una única planta.

Los grandes voladizos son terrazas que prolongan al exterior cada una de los espacios de la casa. La casa vuela sobre el terreno con artificio construyendo una superficie horizontal que no existía en la parcela que prácticamente queda virgen con la vegetación que tenía la ladera.