Lo más valioso del lugar son los dos formidables pinos que existen en la parcela. Salvándolos, se rescata para el pueblo de Casas Ibáñez el espacio que se ha usado, desde hace años, como lugar de fiesta y baile. El teatro se construye alrededor de este espacio sombreado e intermedio, exterior, pero “dentro”, vacío y abierto, y desde él se producen los accesos a la mercancía, administración, salas de ensayo y del público.
El Teatro no se abre al espacio más amplio, el paseo de la Cañada y más bien emplea cierta tradición arquitectónica manchega donde “esconde” su acceso. No renuncia por ello a su carácter público, así, desde el paseo de la Cañada los lienzos altos y quebrados del Teatro le aportan a este una fachada vibrante bajo el sol que lo identifican como un edificio público.
La diversidad de usos del edificio es compatible con un cuerpo compacto. El Teatro puede segregarse para un concierto nocturno, para una pequeña oficina de administración con horario matinal o para el funcionamiento vespertino de las salas de ensayo. El patio de butacas de la sala se puede dividir adecuando su aforo para representaciones con menor público mediante una cortina gruesa y una de las salas de ensayos puede ocasionalmente transformarse en un pequeño auditorio público sin entorpecer las circulaciones interiores del edificio.
Huecos grandes que señalan determinados lugares establecen cierta empatía con el paisaje manchego, árido y abierto, en un lugar anodino sin valor urbano del interior del casco de Casas Ibáñez.