Jøssingfjord es un lugar intensamente alterado por el hombre y son estas transformaciones las que le aportan su excepcional valor.
El Jøssingfjordsenteret asume su carácter plenamente artificial y, por ello, se enlaza con las redes de infraestructuras y se coloca en el paisaje como si fuera una más de ellas. Pero, también, establece un vínculo con las rocas, los canchales y las montañas pétreas que son el origen de la minería en Sokndal.
Este carácter pétreo del centro se materializa en su construcción exterior, en fachadas y cubiertas, completamente de hormigón negro pulido, que el tiempo y la meteorología alterará y dará vida. El hormigón tendrá una mezcla de áridos negros, verdes y blancos, así parecerá metálico, brillante a veces, como una gran roca mojada. De este modo, las piezas que forman el museo son de una intensa materialidad, pesada e inerte, que empatiza con la naturaleza de la montaña y se “desordenan” en equilibrio con el azar de las rocas de un canchal. Pero, al tiempo, su construcción sin bordes ni encuentros le aporta una inmaterialidad abstracta, sofisticada y culta como una composición de Joel Shapiro.
Las Hellerenhusene son de una belleza excepcional, además de por su valor histórico, por la paradoja según la cual se contraponen la inmensa masa negra, pesada, inalterable y en equilibrio de la montaña que se encuentra sobre ellas y la extrema delicadeza de su construcción de madera coloreada. Y es en este filo entre lo liviano y lo pesado, entre lo sólido y lo precario donde encuentran su mayor potencia y su atractivo magnetizante.
El Jøssingfjordsenteret explota esta condición gravitatoria de las Hellerenhusene, también de modo paradójico. El senteret se construye como un conjunto de piezas elevadas sobre una bandeja horizontal, de modo que aparecen flotar ingrávidas a pesar de su carácter pesado y pétreo.