La imagen de Toledo vista desde los cigarrales ha sido pintada decenas de veces. Se ha convertido en un panorama icónico. A pesar de ello, la distancia que ha mediado entre el observador y la ciudad ha permitido también su deterioro. La imagen borrosa que produce la distancia es capaz de esconder el abandono. La fortaleza inmóvil del icono distrae nuestra mirada de la olvidada orilla del río, el patrimonio industrial hidráulico deteriorado y los taludes rocosos que descienden al río enterrados en toneladas de escombros y desperdicios.
No nos enfrentamos con un problema de forma sino de energía. La solución está en el soporte, no en el detalle. El proyecto pretende incorporar completamente la orilla del río a la ciudad como parte de ella, provocando su acceso y su uso urbano.
De un panorama sin pulso, inanimado y lejano pasaremos a otro dinámico, activo y ciudadano. El río está lejos, solitario inactivo. Debemos aproximarlo, unirlo a la ciudad, activarlo. Proponemos una serie de acciones para desviar parte de la energía de la ciudad al río, para que Toledo tome el Tajo. Toledo y el Tajo, se han alimentado mutuamente, activándose y generando un paisaje en el que naturaleza y artificio se entrelazan, han intercambiado energía y fluidos, el proyecto debe resolverse en el ámbito del acuerdo entre las infraestructuras y su medio.